EL ENCUENTRO ** Reyes Maraver ** Relato  

Publicado por: Pandora

Laura llega a la puerta de la finca un viernes del mes de octubre, al atardecer. Se baja del coche y empuja la vieja verja que produce un chirrido que le resulta familiar. Piensa cómo algunas cosas, las más insospechadas, sobreviven al paso del tiempo, permanecen íntegras en nuestra memoria a pesar de los años. Aquella verja en la que el óxido había ganado la batalla a la pintura gris, ahora exigua y apenas visible en algunas de sus partes por la falta de cuidados y por la lluvia, muy frecuente en la zona, mantenía intacto el sonido estridente y desagradable que se convirtió para ella, durante mucho tiempo, en la señal que anunciaba la llegada de días felices. Algunos años de su infancia y de su adolescencia tuvieron sus momentos más dichosos tras esa verja ahora oxidada, en la finca de sus tíos, junto a su prima Sara, donde ambas niñas pasaban los veranos inmersas en sus juegos, sin sospechar siquiera que estaban viviendo los días más dulces de sus vidas.

Esa misma dicha que tantas veces sintiera de pequeña vuelve a renacer en ella tras oír el chirrido de la verja. Abre las dos hojas de par en par para poder acceder con el coche al amplio camino de tierra, que se abre paso entre los álamos, los castaños y los cerezos, y que lleva directamente a la puerta de la casa. Desde la verja no puede ver el viejo sauce, cuya copa había servido tantas veces de casa imaginaria para los juegos infantiles de las niñas, porque el sendero se curva ligeramente a la derecha. El coche comienza a circular lentamente por el camino que, cubierto de hojas, parece una inmensa alfombra de tonos ocres y marrones. Una enorme ave cruza de pronto el cielo. Diría que es un buitre leonado, pero no está segura.

La casa es un majestuoso edificio con grandes ventanales y paredes de piedra por las que trepan juguetonas las enredaderas. Detiene el coche frente a la puerta principal y al bajar, siente una emoción tal que parece que el corazón quiera llegar antes que ella a las escalinatas y cruzar el porche, al que ya ha salido su prima Sara que se le acerca con los brazos abiertos.

- ¡Cuánto tiempo!- dice Laura mientras abraza efusiva a su prima.

Se miran un instante y sonríen.

- Me alegro mucho de que hayas podido venir- dice Sara, provocando en su prima un gesto de sorpresa, ya que en la entonación de su voz se ha traído parte de los diez años que ha pasado en Colombia.

- ¡Pero bueno! ¿Dónde está ese castellano austero y seco de mi prima la cursi?- dice Laura burlona, y ambas mujeres rompen en carcajadas, y agarradas, una del brazo de la otra, suben las escalinatas, cruzan el porche y atraviesan la puerta de la casa.

La velada transcurre tranquila. Después de colocar el equipaje en su habitación, la misma que había ocupado siempre, y de tomar una ducha, Laura ha bajado al salón donde Sara la está esperando para cenar. Apenas comen aunque, eso sí, beben mucho, quizás llevadas por la emoción del encuentro. Se ríen abiertamente contando anécdotas pasadas y dan un buen repaso a familiares y amigos. Quiénes han triunfado en los negocios, cuántos tienen hijos o cuáles han sido los afortunados que han conseguido divorciarse. En este punto ambas mujeres se ponen serias. Entonces Laura le pregunta a Sara por Olson, su exmarido, y ésta inicia la exposición de reproches que la habían llevado a abandonarlo.

- Adúltero- dijo para concluir la lista- era por naturaleza adúltero.

- ¿Y dónde está?- preguntó Laura- ¿Se ha quedado en Colombia?

- No, vinimos juntos. Pensábamos darnos aquí una nueva oportunidad, pero no pudo ser y hace un mes le pedí que se fuera de casa.

Laura se pasa la lengua por el labio superior en el que se le ha quedado el sabor del vino que acaba de tomar de su copa, y mira a su prima con expresión burlona.

- ¿Sabes?- dice- Olson ya pasó, pasó a la historia. Somos dos mujeres modernas e independientes. Un tío de mierda no nos va a fastidiar la velada. ¿O qué?

- Que no, claro que no- contesta Sara con un convencimiento que parece fingido.

- Entonces háblame ahora de ti, cuéntame cosas. ¿Sabes?- prosigue Laura- Hoy no quiero dormir, quiero pasar la noche contigo, charlando y bebiendo. Vamos a criticar a todo el mundo y a reír hasta caer borrachas por el suelo.

Esto último es lo único que cumple Laura, el caer borracha por el suelo, porque, a pesar de que Sara no dejó de hablarle en toda la noche, puede decirse que ella no estuvo allí, que ayudada un poco por el vino y mucho por los recuerdos de su última estancia en esa casa, una semana antes de la boda de su prima, se pasó el resto de la noche rememorando las felices horas vividas entre los brazos de Olson. En realidad fue ella quien los presentó cuando ya le gustaba mucho, aunque nunca pudo imaginar el giro que tomarían los acontecimientos y que aquel colombiano del que estaba perdidamente enamorada, acabaría saliendo con su prima y casándose con ella. Por eso, aquel fin de semana en el que Sara estaba inmersa en los preparativos de la boda, no se lo pensó dos veces y, con la excusa de colaborar, se presentó en la finca para poder cumplir su sueño de acostarse con Olson, aunque fuera una sola vez. No le fue difícil. Contaba con la confianza de su prima (que estaba muy atareada ultimando todos los detalles del evento), con el conocimiento de la casa, en la que había multitud de recovecos donde retozar, y con la debilidad de Olson, del que sabía que no pondría ninguna objeción. Nunca se ha arrepentido de esta decisión. De hecho, en muchas ocasiones a lo largo de estos diez años, ha tirado de esos momentos, breves pero intensos, para compensar su mala fortuna en amores. Mientras recuerda los brazos de Olson agarrándola por la cintura y su boca carnosa y suave besándole apasionadamente el cuello, vuelve a pasarse la lengua por los labios, sin tener conciencia de que unos minutos después se quedará profundamente dormida sobre el suelo.

Ese terrible olor, nauseabundo y putrefacto, que le llega al recobrar la conciencia, provocan en Laura un estremecimiento agudo, un horror insoportable. Abre mucho los ojos, despavorida, pero a su alrededor reina la oscuridad más absoluta. Una angustia infinita se apodera de ella cuando comprueba que no se puede mover. Le viene una arcada y se vomita encima. Inmersa en la profunda oscuridad y presa del pánico comienza a gritar con todas sus fuerzas. Grita entre sollozos y jadeos. Pide, suplica ayuda, y su voz suena desconocida, como la que tendría un ser salvaje que habitara en una caverna. Tira con fuerza de los brazos, pero están fuertemente trabados hacia atrás. Eso es. Está sentada… Un momento… Tiene un terrible dolor de cabeza, está aturdida, no ve, pero al menos se ha serenado lo suficiente como para reparar en que está sentada, con los brazos inmovilizados hacia atrás y las manos atadas al respaldo. Tampoco puede mover las piernas. Intenta zarandearse, se retuerce con desesperación para volcar la silla, pero está fijada al suelo. Está muy nerviosa y no puede controlar la respiración. Le viene otra arcada y vuelve a vomitar. Y ese olor, ese olor insoportable. Lanza un nuevo alarido de agonía antes de perder unos minutos la conciencia.

Al despertar, permanece durante unos minutos en un estado de perplejidad y desvarío. Un fuerte temblor la sume al instante en una angustia infinita y sólo le llega el sonido del rechinar de sus dientes. Siente la sangre golpearle violentamente las sienes y los pensamientos más horrendos se apoderan de ella. El miedo, en su estado más puro, se instala en su persona. Llora y grita con desesperación aunque debe intentar ordenar las ideas, arrojar un poco de luz a la pesadilla en la que está inmersa. Sin embargo, no hay nada de luz y huele mal. Intenta serenarse para poder oír, aguzar el oído, pero su propia respiración agitada y el sonido de su corazón ocultan cualquier otro que pueda suponer una pista para mostrarle dónde está. Sí, está algo más serena. Vamos a ver, puede que sea un secuestro, eso es, es un rehén, pedirán un rescate, pero… ¿y Sara? ¡Dios mío, Sara! Comienza a gritar su nombre hasta que la voz se va debilitando. Entonces opta por callarse y por hacer un repaso mental de la casa. ¿En qué lugar podría obtenerse tal oscuridad? Piensa que sólo en el sótano, pero en el que está bajo la cocina. En el otro siempre entra algo de luz. En este, sin embargo, si se cierran bien los postiguillos, puede tenerse una oscuridad absoluta. Sí, sin duda está ahí, en ese sótano. El saber adónde está la hace sentirse algo mejor. ¿Y si han sido secuestradas por narcotraficantes colombianos o son víctimas de un ajuste de cuentas? Su prima nunca le dijo a qué negocios se dedicaba Olson, o ella no se lo preguntó. Sara estaría en el otro sótano, sin duda mejor, porque tiene algo de luz.

No sabe cuánto tiempo ha pasado cuando de nuevo recobra el conocimiento, ni las veces que lo ha perdido. Aterida, helada, con ese vértigo que la sume en el vacío, negro y silencioso, empieza a pensar que esa noche en la que está sumida durará para siempre. Intenta gritar de nuevo pero ya sus labios acartonados y su lengua reseca no dejan que brote la voz. De pronto, un fogonazo de luz inunda violentamente sus ojos, que se cierran de forma repentina por el dolor. Es una luz artificial que permite que el entorno se vaya perfilando lentamente, dibujando las formas entre penumbras. Sí, está en el sótano. Frente a ella unas escaleras dejan pasar la luz que se ha colado a través de la puerta abierta. Ahora un alarido espantoso e ininteligible sale de su boca. Hay alguien ahí, esperando junto a la puerta, pero no se asoma aún. Ahora sí comienza a bajar. Una sensación de alivio se apodera de Laura que llora desconsoladamente, y esa esperanza infinita se acrecienta cuando a mitad de la escalera se detiene su prima Sara. Laura quiere decir muchas cosas aunque con una voz trágica y desesperada sólo puede gritar una: “Sácame de aquí”. Sara se sienta lentamente sobre el escalón en el que se ha detenido y la mira moviendo la cabeza de lado a lado, muy despacio, con un gesto teatral de incredulidad, como si se tratara de un juego de niñas:

- ¡Ay, prima! No hay quien te entienda- dice mientras una expresión malévola se apodera primero de sus ojos y luego de su rostro-. Pensé que lo que siempre quisiste es estar cerca de Olson. ¡Pero mira qué bien quedáis los dos juntitos!

El horror más inconcebible se apodera en ese momento de Laura que, girando la cabeza hacia la derecha, descubre junto a ella el cadáver putrefacto de un hombre amarrado a una silla con los brazos hacia atrás. Sara estalla en unas carcajadas huecas y terroríficas, mientras comienza a subir de nuevo las escaleras. Cuando alcanza la puerta y la cierra, la más profunda oscuridad vuelve a reinar en el sótano. Laura comprende al fin que ha tenido la mala fortuna de comprobar lo cerca que está el infierno. Un alarido largo y agónico resuena entonces en lo más profundo de la noche.

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3 comentarios

anna calafat  

No sabia yo esta faceta tuya...Bien , como siempre COCO

31 de octubre de 2011, 19:36

Celos y crímenes, una combinación terrible.Para encuentros como este mejor es que cada uno se quede en su sitio, ¿no? Me ha gustado mucho Reyes. Enhorabuena.

10 de noviembre de 2011, 21:29

Vaya, vaya, Reyes: está visto que al que de verdad sabe escribir, no le importa el género y en todos lo hace bien.
Muy bien llevado desde el principio hasta el final, que por cierto, me parece muy bueno.
Felicidades, Reyes.
Un saludo, Julio.

25 de noviembre de 2011, 21:22

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