LA SOLEDAD DEL PARAÍSO ** Reyes Maraver **  

Publicado por: Pandora

Pandora se despide y es tiempo de hacer balance. No se trata, por supuesto, de nada serio ni riguroso, sino más bien de algo personal, de analizar lo que mi paso por esta revista, por esta ilusión conjunta de un grupo de amigos amantes de los retos y de la cultura, de los juegos y de los enredos, ha supuesto para mí. Como casi todas las cosas importantes llega de puntillas, en silencio y por la puerta de atrás. Se fragua entre risas y disparates una tarde de diciembre en torno a una mesa repleta de restos de dulces navideños y, dos años más tarde, aseguro sin ningún pudor que ha resultado ser una de las experiencias más hermosas que he tenido en mi vida, tanto por el grado de amistad y de complicidad alcanzado con mis compañeros, como a nivel interior.

Cuando se inicia Pandora todos (y cuando digo todos me refiero a muy poquitos) llegamos a adquirir el compromiso silencioso y cómplice de trabajar en ella con seriedad y rigor, cada cual de la forma que mejor supiera o pudiese. De este modo, durante el primer año de la revista participé con textos argumentativos y expositivos sobre cine, televisión y, sobre todo, literatura. Disfruté mucho con estos escritos, porque con ellos empecé a despojarme de ciertos reparos que me producía expresar públicamente mis opiniones, mis experiencias y mis nostalgias. Tenía miedo, no me importa reconocerlo. Miedo de mostrarme de una forma demasiado pura, sin barreras, desnuda. Pero supongo que, igual que el actor con el paso de los años va perdiendo el vértigo a salir a escena, a mí, en mucho menos tiempo, se me fue disipando ese temor que me producía compartir mis escritos. Poco a poco me fui relajando hasta que un día, de repente, me encontré frente a “La puerta”, un breve recuerdo hermoso y nostálgico de mi infancia. Dice Vargas Llosa que escribir es “eternizar el instante”, y eso precisamente es lo que pude experimentar al elaborar este escrito, con el que me fue posible rescatar un momento de mi vida y tratarlo con la misma delicadeza y el mismo respeto con el que trataría un frágil y valioso tesoro. Me permitió realizar uno de los viajes más apasionantes que jamás hubiera soñado: vivir de nuevo un atardecer de los veranos de mi infancia, algo posible gracias a la literatura.

Esta puerta me facilitó el acceso a otro mundo en el que empecé a fabular, a inventar historias y personajes, a dotarlos de vida, saboreando ese delirio, la apasionante maravilla, que es la creación literaria. Pude experimentar la inmensa satisfacción de sumergirme en un estado de desasosiego, de entusiasmo y de gozo producido por una pequeña idea que comienza a germinar tímidamente, y el vértigo indescifrable cuando ésta llega a tener vida propia, escapándoseme incluso de las manos. Lo más impresionante es descubrir que esa semilla de la que arrancan las historias siempre es real, pertenece a la propia vida, al entorno. Surge de las vivencias, de lo aprehendido, de lo soñado o anhelado... De alguna manera, es parte de mí. Por alguna razón, en un momento determinado, queda guardada sigilosamente en mi memoria para que ahora, algún tiempo después, yo llegue a la conclusión de que tras ese pequeño germen puede haber una buena historia. Y es así como comienza el misterio de darle forma, de inventar un lugar adecuado en el que depositar esa partícula de realidad, de verla echar raíces, para después ir paladeando lentamente el placer de revestirla, de decorarla y de reinventarla, hasta llegar a volcar sobre ella todo lo que guardo con cautela, bajo llave y a buen recaudo, en ese lugar secreto donde se encuentra la esencia de mi auténtica identidad.

Pero no todo es alegría y entusiasmo. A veces me he encontrado con el pánico que produce asomarse a los aspectos más sórdidos de la vida. Y es que la literatura no sólo permite admirar la bondad de la belleza, sino también observar lo deplorable del ser humano y horrorizarse con sus desvaríos. La literatura, tal y como me han enseñado mis autores favoritos, tiene que ser rebelde y comprometida, hermosa y cruel, como la vida misma, y servir tanto al fin estético como a aquel que consiste en mostrar la realidad de la forma más completa. Debe permitirnos viajar a un mundo paralelo al real, pero también, llevarnos a comprender mejor el tangible, este que nos ha tocado vivir.

No quiero pasar por alto la poesía, con la que también he estado experimentando a lo largo de este año. Ha sido un juego, un coqueteo con la música, los acentos, las metáforas y las rimas y, sobre todo, un humilde homenaje a esos alejandrinos repletos de soles, jardines, cristalerías y rosales de La soledad sonora de Juan Ramón, que tanto me gustan. He descubierto el placer de visualizar la imagen, buscar las palabras, encontrar la música y llenar todo ello de sentimiento.

Releyendo estas navidades Cien años de soledad, llamaron especialmente mi atención estas palabras: “…y se lamentaban de cuánta vida les había costado encontrar el paraíso de la soledad compartida”. Eso es lo que yo encuentro en la literatura, una forma de compartir la soledad, pues me permite verme reflejada en los personajes de las obras que leo, aunque sea someramente, de refilón, en un gesto, en la manera de encajar un desengaño o en los sentimientos que los poetas vierten en sus versos; transmitir, a través de la escritura, mi forma de entender el mundo y la vida, mis deseos, mis añoranzas, mis miedos... Gracias a ella, puedo comprobar que aquello que sentí o que soñé, lejos de ser un sentimiento exclusivo o un sueño único, es conocido por otros que lo supieron reflejar fielmente en un relato o en un poema, y puedo soñar con que, al menos una sola persona, en un momento cualquiera, efímero y fugaz, se ha detenido a leer uno de mis escritos para terminar así compartiéndolo íntimamente conmigo.

Y nada más. Sólo quiero agradecerles su compañía en este increíble viaje en el que me he aventurado a inventar historias, a vivir otras vidas y a buscar la música de las palabras, y en el que he llegado a conocer esa otra cara de la literatura, la de la creación, sin duda, un valioso tesoro, un auténtico hallazgo. Aunque quizás lo mejor, lo más fabuloso, haya sido descubrir que así, de puntillas y en silencio, encontré en la escritura una buena aliada para poder completar, al fin, este maravilloso paraíso de soledad donde soy tan dichosa y tan feliz.

SECRETOS IBÉRICOS ** José Antonio Millán **  

Publicado por: Pandora

La vida se escribe con minúsculas. Casi siempre. La rutina y la cotidianeidad son las formas más habituales de cuantas adopta el tiempo. A menos, claro, que uno sea uno de esos aventureros con el forro polar lleno de logotipos de patrocinadores, y duerma noche sí y noche también en una tienda de ésas que se montan lanzándola al aire, en un campamento base cualquiera, esperando a que amaine el temporal para proceder a la televisada ascensión del Monte Annapurna, por su cara sur (la del monte, no la del escalador), que, como todo el mundo sabe, es la más difícil.

Para los demás, para todos nosotros, la vida tiene una textura menos escarpada, más dura a veces, pero también más plana. Por cada acento de dicha o desgracia tenemos un montón de martes, de miércoles y de jueves en los que todo es... normalidad, todo es como siempre. Esa normalidad, el día a día, es el punto de partida de muchas de mis novelas favoritas. Sin estridencias, sin el menor atisbo de épica. Sólo gente, haciendo las cosas que la gente hace habitualmente. Sólo que al hacerlo los personajes, esa gente que es de mentira pero que en el fondo es de verdad, dejan entrever aquello inconfesado que los recorre por dentro, lo que les amuebla o desamuebla el corazón, lo que les puebla o despuebla el alma, sin que haya que mencionar explícitamente ni lo uno ni la otra.

Eso mismo que admiro como lector es lo que me gusta al escribir. Es lo que persigo al escribir relatos, poemas o cualquier otra cosa de las que llevo años mandando aquí y allí, a concursos y editoriales, y que de momento han conseguido despertar en sus destinatarios la más calurosa de las indiferencias. Cuando empecé a darle forma a los “Secretos Ibéricos”, para Pandora, quise hacer esto mismo, lo que sabía, lo que mejor me sale, pero quería añadirle algo más, que hiciera la experiencia atractiva a mis ojos. Que no fueran cuentos al uso. Quería ponerme más condiciones, acotar más el tipo de escrito, crearles un envoltorio común que le diera unidad al conjunto según fueran pasando los meses y las historias se fueran acumulando. Y pensé que podría ser interesante partir de la realidad - en mayor o menor grado eso pasa siempre -, pero que en este caso no iba a abandonarla, que iba a intentar permanecer ligado a hechos y personas que tuvieron lugar y que existieron realmente, fabulando lo menos posible. Y eso he hecho. Todos los sitios que han aparecido en estos “Secretos Ibéricos” existen realmente, todos sus protagonistas existen o existieron realmente, y mis encuentros con ellos tuvieron realmente lugar. A veces he deformado sus identidades y circunstancias cuando se ha tratado de gente de mi entorno porque no a todo el mundo le gusta ser carne de literatura. El resultado ha sido este extraño catálogo, una especie de “bestiario” en el que todos sus miembros son reales y, por lo tanto, únicos, pero que tienen sin embargo algo de arquetípicos, de símbolos. Quizá porque lo que me interesó en su momento fue reconocerme de forma más o menos sesgada en cada uno de ellos. La literatura es un juego cambiante: el que escribe lo hace mirando por una ventana desde la que observa el mundo, y esperando construir en el papel una réplica de esa ventana, para que alguien más pueda asomarse a ella, compartir esa visión. En algún momento de ese proceso descubre que lo que ha construido no es una ventana, sino un espejo, y entonces los esfuerzos se dirigen a asegurarse de que ese extraño artefacto que tiene entre manos lo refleja de veras, que en él están los fragmentos velados de sus opiniones, sus esperanzas, su memoria. Luego el escrito se termina, el espejo cambia de manos, y con él sucede lo que siempre sucede con los espejos: cuando nos asomamos a su interior nunca muestran al prójimo, cuando lo escrito llega al lector, esas palabras ya no contienen el reflejo del que las escribió, sino el de quien las lee. Esa es la deliciosa trampa que nos tiende la literatura. A eso juegan los grandes, y eso es lo que los aficionados tenemos derecho a intentar, con el poco o mucho oficio que uno tenga, con lo que se aprende de lo leído, con los cuatro trucos que uno ha conseguido dominar con los años. Con honestidad, con seriedad y sobre todo con una inagotable fe. Al final, sea como sea, la tarea casi siempre se da por bien pagada. Uno se enfrenta a lo que ha hecho, y le invade una extraña alegría, al ver que ya no se trata de palabras, líneas, metáforas, sino que ahí hay gente, haciendo cosas, sintiendo cosas, chocando entre sí, amándose o detestándose, luchando. Gente viva. El escrito se ha vuelto algo vivo. Y eso es mágico, como pocas cosas lo son.

Volviendo a los Secretos Ibéricos, creo que la televisión y los periódicos ya nos sirven nuestra dosis diaria de realidad hipertrofiada, de niños desaparecidos, de corruptelas políticas y partidos del siglo. Por eso me atraen esas historias mínimas, la que te asaltan en los bares, las estaciones de tren, las grises esquinas del mundo. Interesarme por eso que la gente normal cuenta sin palabras es un intento de entenderlos, de entenderme, de emprender un viaje que siempre se queda a medias pero que siempre te lleva a alguna parte. La gente, su comportamiento, sus palabras, sus formas de estar en el mundo no son más que síntomas de esa enfermedad crónica llamada siglo XXI, que tan extendida está y que campa a sus anchas por el mundo dispuesta a contradecir aquello de que no hay mal que cien años dure. Es el nuestro un tiempo que nos vuelve islas, individuos solos y desprotegidos bajo el chaparrón de los días, mirando las otras siluetas entre la lluvia, intentando reconocernos en otros ojos. Así que, en realidad, todos tenemos un fantasma bajo la cama, un esqueleto en el armario y un Secreto Ibérico en el congelador.

Como ya he dicho, nunca son hechos extraordinarios, sino acontecimientos y encuentros casi anecdóticos, en los que se intuye sin embargo la sombra de lo complejo y lo profundo. Todo el mundo tiene una historia, y la cuenta de una manera u otra. Y es más o menos cierta. Pero entre las líneas de esa historia hay otra que nunca contamos, puede que ni a nosotros mismos. Y ésa siempre es verdad. Enseñamos el bordado que recorre el haz del tapiz, pero en el fondo sabemos que nuestra esencia está en ese otro hilo que discurre por el revés de la tela, el que nos mantiene unido a ella.

En fin, que me gustan. Que no sé si está bien o mal que yo lo diga, pero que ahora que ponemos punto final a la revista y es hora de ir pensando en otra cosa, los veo en conjunto y creo que no se alejaron demasiado de la intención que los impulsó. Siento que esos retratos, esa mirada, tienen un tono constante, coherente, que unos relatos se complementan con los otros, y que las sensaciones que desprenden se parecen lo suficiente a aquellas que sentí cuando yo mismo me tropecé con esos hechos, con esas personas. También tengo la sensación de que todos esos recuerdos están más ordenados en mi interior que antes de haberlos narrado. Al leerlos vuelve a sonar en mi cabeza esa música sutil y melancólica, la cadencia constante de la arena cayendo despacio en el reloj, el agua pasando mansa por un recodo del río que siempre es el mismo y siempre distinto. La banda sonora de los días con minúscula.

UN SEGUNDO DE ETERNIDAD ** Magusolome ** Poema  

Publicado por: Pandora

Me rodeo de las imágenes perfectas y bellas
que he guardado en mi memoria, para momentos
donde puedo perder la esperanza.


Me rodeo de esas cosas que me traen alegría,
que traen una sonrisa a mi rostro.
Tomo tu presencia como rosa delicada entre mis manos,
para llevarla hacia mi pecho, que de él salga
la vibración de mis sentimientos
y una lágrima de alegría caiga en ella.


Y un beso de mis labios, que no te han tocado,
se queda en el aire, sin que sepas que eres mi inspiración.
No sé qué hora es, ni a que hora lo sabrás.
Pero hoy tomé tu presencia y la llevé conmigo
a un viaje a lo más profundo de mis sueños.


No sé qué pasará mañana, sólo sé que hoy estás conmigo,
y que puedo enviarte todo cuanto siento en mi corazón,
y es un cúmulo de sentimientos que te di,
y que tal vez mañana puedas ver.


Mientras, hoy, ya te tuve en este mundo de sueños,
te paseé en él y volamos cometas de color rojo,
y sentimos el mar, acariciar con su brisa
nuestro rostro, y reímos con la lluvia al caer,
y esparcimos en el piso millones de carcajadas,
y corrimos en un prado lleno de flores de colores…
No sé que pasará mañana.
Hoy te robé para mí un segundo de eternidad.

NOCHE DE LUNA ** Julio Martín ** Poema  

Publicado por: Pandora

Esta noche te he visto luna, gitana mía,

con brillo de amor en la mirada,

brillo que se refleja en tu cara,

blanca como la pura nácar y espejo en el que tú, luna,

me devuelves la mirada.

Mirarte me fascina

y tu luz en la noche oscura me hechiza

porque eres, luna, como mujer, coqueta,

y tu forma cambia como cambia la veleta

que el viento guía, pero siempre tu presencia,

tu magia eterna y cambiante,

me inspira sentimientos de poesía.

Huyes, luna, de mi vista, escondida

entre nubes que insinúan tu ausencia,

pero en mi mente sigue tu presencia,

ésa que me inspira y me lleva al mundo

en el que tu brillo invade mis sentimientos

y tú, juguetona luna coqueta, te haces dueña de ellos.

¿Quién te traicionó, luna,

y abandonada te dejó en ese oscuro firmamento,

donde sigue brillando tu luz en la noche infinita, buscando ese amor?

Amor traicionero, amor que te olvidó.

No llores, luna, ni te sientas sola,

que el brillo de tu mirada y la magia de tu hechizo

alimentan el alma de los poetas, desde que el mundo ha sido,

y ellos, sin premisas ni condiciones, su amor te han rendido,

convirtiéndote así, luna, gitana mía,

en el alma de la poesía.

No puedo dejarte esta noche, luna,

ni quiero perder el fulgor de tu mirada.

Te seguiré en tu eterno peregrinar

y estaré a tu lado hasta que el alba, traidora,

me robe tu mirar.


MOTAS ** May Colchero ** Poema  

Publicado por: Pandora

Partículas minúsculas que en el aire flotan,

desnudas en el sol, bañándose de luz,

parten desde mi ventana hacia el sur

del sur, buscando sin prisa tu dulce boca.

Miran que miran el barquito pasar por el río

y esperan encontrarte en la orilla, por algún sitio.

Un pétalo de flor de rosa que, caprichosa,

rocío derrama sobre las verdes hojas

y una mirada que embruja a solas

en esta madrugada absurda y loca.

Ésos, dicen, son los signos de tu hechizo,

color cobrizo, culpables de mi delirio;

son noche tras día, una silenciosa algarabía

que me rocía el cuerpo y maravilla.

Miran que miran el barquito pasar por el río

y esperan encontrarte en la orilla, por algún sitio.

Ensueño de los sueños que me cantan al oído,

volando van hacia tu tierra sin perder el rumbo,

recordando tu olor en cada ángulo perdido,

durmiendo en el vaivén de tus verdes sonidos;

notas de una sinfonía diabólicamente mágica,

que hace pompas en el aire que nadie puede

explotar, ondas que se expanden y se expanden,

invisibles ellas, me hacen ligeramente flotar.

Miran que miran el barquito pasar por el río

y esperan encontrarte en la orilla, por algún sitio.

Motas pequeñitas de colores son al sol,

que juegan a buscarte en un dulce viaje

de amor y son, luz, corazón, libre peaje

marcado en mis sentidos por tus manos,

tus manos de océano y clamor, brillo,

esplendor, sobre las que se posan

mirando el río y un barquito pasar,

solo, perdido, que viene y que va.


Las imágenes utilizadas en esta página aparecen publicadas en Flickr.

Licencia

Creative Commons License Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.