EL ÚLTIMO TRAGO ** Xús Losa González ** Cuento  

Publicado por: Pandora

De nuevo me encuentro en casa a solas. A solas al fin, tras un duro día de vida, como casi todos los demás. A solas con el silencio y las sombras. Sentado en la mesa del salón, las luces apagadas y la tenue luz del resplandor de una farola que entra por el hueco de una persiana rota. A solas con mis fantasmas. Con mis sueños torcidos y mis pensamientos escabrosos.


Sobre la mesa, igual que ayer, reposan expectantes el teléfono, una botella y mi pistola. ¿Cuál de ellos me liberará hoy de mis fantasmas? Los tres esperan su oportunidad. Alguien se ha dejado un vaso sobre la mesa, vacío. Seguramente fui yo mismo. ¿Quién podría ser si no? Parece que la botella comienza ganando terreno.


Lleno medio vaso de tequila, de aquella botella de tequila que quedó olvidada en un armario y que encontré mientras buscaba mi pistola. De un trago, sí, de un trago entrará mejor. El ardor del alcohol en mi garganta despierta los recuerdos de la pasada noche. Sí, anoche lo pasé bien con los muchachos. Ayer fue el teléfono quien me salvo, cuando ya acercaba la pistola hacia mi boca, deseando tragar su plomo salvador. Una llamada justo a tiempo y la compañía necesaria para olvidar mis tormentos, mis fantasmas. Los pensamientos que rondan mi cabeza y me desquician...


Puede que otro vaso me haga pensar mejor. Mientras trago como puedo el segundo vaso, una lágrima comienza a recorrer mi mejilla. Primero, una sensación cálida junto al rabillo del ojo, que empieza a amontonarse sobre sí misma, hasta tener el peso suficiente como para liberarse del ojo y caer. Después, la sensación húmeda de una gota que rueda por mi mejilla, que se va enfriando, perdiendo calor hasta llegar a la comisura de mis labios y dejarme un toque salado. Quizá fuese esa la sal que le faltaba al tequila. El limón son las palabras ácidas que alguien dijo para hundirme alguna vez. Después dos lágrimas más siguen a la primera, aunque no sabría decir si nacieron del ardor por el trago de tequila o del llanto silencioso que guardo dentro desde hace tanto tiempo. Y la verdad, a estas alturas, tampoco me importa.


Y frente a mí siguen los tres expectantes: El teléfono, la botella y mi pistola. Los tres esperando a que los coja. Mis tres posibles salvadores mientras estos fantasmas siguen atacándome a cada instante, hundiéndome más a cada momento en la neblina.


El teléfono… ¿A quién llamaré? No me apetece hablar con nadie, pero es demasiado cómodo esperar a que me salven. Debería llamar a los muchachos, ellos me han salvado tantas veces sin saberlo… Aún seguirán preguntándose qué deambula por mi cabeza cuando me quedo callado, con la mirada perdida. Si supierais que, cuando me ocurre a solas, los pensamientos se tornan cuchillos hacia mi alma dejaríais que siguiera resolviendo mis dilemas en vuestra compañía.

La botella… fiel compañera de aventuras y desventuras. Capaz de borrar los fantasmas por unas horas, pero que en cada encuentro me trae un fantasma nuevo. Tampoco importa mucho, son ya tantos pesares que uno más poco se nota. Podrías salvarme hoy… Pero volvería a sentirme morir mañana.


Y la pistola… tú sí podrías salvarme del todo. Ven, acércate.

Cojo la pistola. Está fría, muy fría. Es preciosa. Acaricio su espalda como la de una amante. Tenerla en mi mano produce en mí sensaciones y pensamientos que muchos tacharían de locura, cuando ellos seguro que también los han tenido. Por qué será que las locuras en la cabeza propia sí tienen sentido. Tú sí podrías salvarme, tú si las sacarías fuera... y qué más da si después de mí atacan a otro.


Así que tomo la pistola. La sujeto mejor y más fuerte con la mano derecha. Con la izquierda tomo la botella y lleno el vaso un poco más que antes. De un trago, sí, de un trago entrará mejor. Un trago de tequila antes del trago final de plomo. De esta forma, mis lágrimas de despedida se taparán, confundidas con las del alcohol en mi garganta. En mi mente queda sólo una imagen, la de mi mayor fantasma, aquel que tiene nombre de mujer…



Y mientras dejo que mis fantasmas recorran mi cuerpo rodeando esa imagen, acerco la pistola hacia mi boca. El cañón está frío pero no importa: En unos segundos estará muy caliente, pero ya no estaré aquí para sentirlo. Quedarán solos mis fantasmas, adheridos a ese cuerpo inerte al que han matado.

Apunto el cañón hacia arriba. Vi en una película que era la forma más eficaz. Tomo aire y suspiro suavemente… Cierro los ojos con fuerza. ¿Qué encontraré al llegar allá adonde vaya? No me importa, nunca podrá ser peor que esto. Así que comienzo a apretar el gatillo poco a poco. Es curioso, no tengo dudas, creí que me echaría atrás en este punto, pero no me importa. Así que sigo apretando el gatillo hasta oír el gran bum que será el fin de todo.


¡Clic!

¡Mierda! La pistola está descargada. Siempre igual ¡No consigo hacer nada a derechas! Tiro la pistola contra la pared, golpeando al cuadro y dejo caer mi cabeza entre mis manos. ¡No lo soporto más! Agarro la botella por el cuello y me voy con un cigarrillo hacia la cama.


Y de repente, suena el teléfono…

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