CAMINO ** Xús Losa González ** Cuento  

Publicado por: Pandora

Aquí estoy: Parado, quieto, inmóvil en este cruce. Ciego, apenas distingo el brillo del sol tras mis párpados. Pero no deseo abrir los ojos. No ahora, ya no... Llevo caminando por toda una vida, y nunca desandé un paso. Unas veces corrí, otras apenas me arrastré, pero siempre seguí adelante. No siempre caminé solo, aunque ahora me encuentro parado en este cruce. Sin nadie más. Recuerdo que hace días, alguien me acompañó en mi camino, y comencé a correr a su lado, y corrimos los dos deprisa. Pero de repente, se paró. Yo fui incapaz de parar, pero miré hacia atrás desviando la vista de mi camino. Traté de seguir corriendo pero no pude dejar de mirar atrás. Hasta que tropecé con una tonta piedra. Caí. Llorando de dolor, retorciéndome en el suelo con las rodillas destrozadas. Traté de levantarme, pero era inútil: Mis piernas no respondían, seguían doloridas, rotas. Pasé horas así, en el suelo, llorando mis heridas. Al día siguiente fui capaz de levantarme de nuevo. Pero apenas conseguía andar un par de pasos. A cada uno que daba, me costaba más caminar. Tropezaba y caía de nuevo. Y cuando descansaba para tomar aliento lloraba al ver mis rodillas destrozadas. Intenté mirar atrás, a lo lejos, probando a verle de nuevo, pero debió tomar otro camino, pues ya no le vi más. De eso hace ya días, aunque parecen eternos.

Ayer me levanté de un salto, pero no me atreví a abrir los ojos, y caminé ciego, temeroso entre mis tinieblas. Cada dos pasos que aceleraba bajaba el ritmo, por miedo a caerme de nuevo, recordando el dolor de mis rodillas. ¡A veces quería correr! Pero no podía. Algo, quizá yo mismo, me lo impedía. Así que caminé despacio, con los ojos cerrados, palpando el camino. Mientras, múltiples voces susurraban a mí alrededor. Algunas se acercaban, me cogían del brazo y trataban de ayudarme a caminar. Sujetándome, indicándome el camino. Pero para mí quedaron como voces perdidas en el viento. ¡Puedo caminar solo! He de caminar solo... ¡Necesito hacerlo! Ya me acompañaréis cuando pueda caminar totalmente erguido, no pretendo alejaros. Pero necesito que mis rodillas, mis piernas, soporten el peso de mi cuerpo y andar este camino sin ayuda. No quiero apoyos. Quiero fuerza, pero no ha de dármelas nadie. Sólo yo.

Hoy me levanté casi con ganas. Aún cojeo sensiblemente, pero me mantengo en pie. Reconozco las voces que me rodean. Les sonrío. Sé que siguen ahí. No quise su fuerza, pero aun así me la dieron. No quise escucharles, pero su voz me indicó el camino. Ahora no miro atrás, sigo adelante como siempre hice. Y sé que mañana volveré a correr de nuevo. Pero ahora me encuentro parado, indeciso. No llego a verlos, pero reconozco el cruce y sus muchos caminos. ¿Cuál he de elegir? En eso no podéis ayudarme. Varios me resultan extraños, algunos desconocidos y todos temidos. De uno reconozco un olor, de otro un sonido. De otro oigo una voz que me llama. Pero no puedo seguirlos todos. Dentro de un rato abriré los ojos. Ya apenas tengo miedo. Espero que la luz me muestre los caminos claramente, para elegir por dónde seguir. No quiero equivocarme ni caer de nuevo. Cuando lo elija, amigo, ten por seguro que te invitaré a andarlo conmigo, sin detenernos, sin parar jamás, aunque no negando el echar la vista atrás y recordar lo recorrido. Mi deseo: Mañana, volver a correr sin miedo.

Anochece. No sé si tengo aún los ojos cerrados o es la oscuridad que me envuelve. Todo está más oscuro ahora. Siento frío. El sueño me atrapa y estoy tan cansado. Cansado de buscar la esperanza y el refugio en mis recuerdos. Cansado de buscar el camino que tomaste. Pero te perdí de vista hace ya tanto... Mejor será dejarme caer en el olvido, y en mi sueño verte por última vez. Adiós, amor, mañana ni siquiera recordaré tu nombre.

Creo que amanece. Siento un leve calor en mis mejillas, como una caricia que me recibe a un nuevo día. Me he sorprendido a mí mismo mirando hacia arriba, con los ojos bien abiertos, pero me asusta bajar la mirada. ¿Que podré ver ahora a mi alrededor? Temo no ver nada. Pero me obligo a bajar la mirada sin cerrar los ojos. Y qué veo...

Sin querer, primero he mirado hacia atrás, hacia el camino que recorrí ayer a oscuras. Apenas lo reconozco. Visto desde aquí, ni siquiera entiendo que lo recorriese ayer. Debí abrir antes los ojos. Veo a alguien. No sé quién es. Oculta su rostro con sus manos. Quizá lo conocí cuando no podía verle. Está sentado. Su cuerpo tiembla. Parece como si estuviera llorando encogido en sí mismo. Quiero caminar hacia él, consolarlo, me conmueve. De repente levanta la vista al cielo y puedo oírlo gritar en silencio. He visto sus ojos, ¡¡Derraman saladas lágrimas de dulce sangre!! Y ha vuelto a esconderse en sus manos. Siento el corazón parado. Mi sangre fría, helada. Te he reconocido. Y tiemblo de espanto. Porque la cara escondida tras esas manos es la mía. ¿Eres el yo de ayer? Ya no me recordaba así. De repente deseo huir. Lo siento, pero he de abandonarte aquí para seguir mi camino. Adiós...

Llego de nuevo a la boca del cruce. Ahora veo todos los caminos que se me ofrecen. Algunos totalmente abiertos, otros con una puerta medio cerrada y uno, uno sólo, con la puerta cerrada con un gran candado. Reconozco esa puerta, y no olvido quién tiene su única llave... Pero de mis caminos no sé cual seguir: Todos me atraen tanto como me asustan. Ya sé lo que haré: Cerraré de nuevo los ojos (pero sólo por un instante) y giraré y giraré, ¡Hasta perderme en mí! Después correré hacia adelante, y seguiré el camino que vaya encontrando, ya con los ojos bien abiertos, sorteando cada piedra y cambiándolo si me cansa o aburre. Pero no temas, cuando reconozca mi senda te avisaré, amigo, y caminaremos juntos haciendo del camino, simplemente, nuestro camino.

Tres personas, tres, son las que pasean por donde yo voy.

Una, quien creéis ver, quien creéis conocer, sólo la cáscara.

Otra, quien yo veo, la que os habla, quien creo ser.

Otra, quien realmente soy, siempre dos pasos por delante,

sin llegar a verla claramente, sin saber jamás quién es.

La primera es la juzgada y la apreciada, la odiada y querida.

La segunda es quien crece y maneja la primera a su antojo.

La última es quien marcha aparte, fusión de las dos primeras,

siempre delante, desconocida, a quien hablo como a vosotros,

a quien sigo a todas partes, a mi lado pero en la distancia.

This entry was posted at 19:15 . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

2 comentarios

Ante todo, gracias por compartir con nosotros tus creaciones.
Con tu relato consigues que, al tiempo que lo vas leyendo, vayas poniéndote en el lugar del personaje y que vayas reflexionando sobre lo que le ocurre, aplicándolo a tu propia vida y a tus circunstancias.
Enhorabuena Xús.
Un saludo.

5 de septiembre de 2011, 14:06
Reyes  

Me parece una interesante alegoría de la vida.Gracias.

10 de septiembre de 2011, 20:09

Publicar un comentario

Las imágenes utilizadas en esta página aparecen publicadas en Flickr.

Licencia

Creative Commons License Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.