Contengo mi rabia,
cierro mi puño hasta sangrar,
me siento ahogado
como escualo en el desierto,
sudor, lágrimas, desconsuelo,
llanto, desdicha, infortunio,
pero no me daré por vencido.
Bajaré a esta mina perdida y oscura,
bajaré por la escalera angosta,
hasta encontrar la veta del milagro,
del milagro que ilumine mi guía,
que dé clarividencia a mi mente
y fuerza a mi brazo.
El valle amanece sosegado,
el astro rey preside la escena
mientras Eolo duerme apacible,
tensa calma, paz efímera,
presagio de dolor,
de un sufrimiento atroz,
la tierra fértil comulgará con la sangre,
el sudor embarrado con la piel,
mi mano manchada con el hierro asesino,
¡Ángeles guerreros! ¡Volad sobre el prado!
¡Esparcid vuestra semilla victoriosa!
Júpiter me dará su paternal abrazo,
Marte el Dios de la guerra su aliento,
Neptuno su tridente con el que atravesaré
el corazón enemigo,
Saturno, dejará de devorar hijos,
sus anillos serán mi lecho
después de la infernal batalla,
Venus me acogerá en su regazo,
la madre Tierra me calmará la sed
con agua pura y cristalina
¡guerreros del averno
batiros en retirada,
los planetas del firmamento
me han bendecido!