Deseo que un río me arrastre hasta el mar,
deseo que una ola me adentre hasta el fondo
y en que lo más hondo no encuentre nada
a lo que asirme, donde agarrarme.
Necesito asomarme al alto y vacío
de un rojo, ardiente, acantilado,
para expandir mis brazos y
sentir como caigo,
librándome del arraigo,
a esta vil y cruel tierra
donde hallo sin buscar
y te pierdo sin tenerte.
Quiero que el huracán salga de mí
para que pueda llevarme por delante
y hacerme resbalar sin más,
haciendo de lo interior algo exterior,
tan simple como estremecedor,
el amor del dolor,
del dolor, la fuerza y superación,
una dulzura que termina en amor.
Mas la vida es un juego
con un principio,
con un final,
y en la mitad,
multitud de obstáculos
que día tras día superar.
Viendo llover no más allá de mis ojos,
en el umbral de una vida
que no pidió ser, que no pidió existir,
sólo un lugar donde dormir,
un regazo donde morir.
Anhelo caer en aquel pozo de agua,
lleno a base de lágrimas y más lágrimas,
que de pequeña con angustia miraba,
al pensar que nadie salir podría
si alguna vez derrotado caía.
Y esta noche quiero tener pesadillas,
como por aquel entonces, donde
correr lentamente, rodar por el suelo
y no poder levantarme,
hasta que vayan a matarme...
Para que tú llegues, me abraces y me salves.