En la orilla, ¡ay! en la orilla
¡espuma y arena!,
rescoldos de mar,
antes bravío
ahora manso,
calman su fuerza,
vestigios de grandeza,
viejos navíos
residuos de opulencia,
ahora podredumbre
madera muerta,
¡fantasmas agónicos
danzan en la escena!.
En la orilla, ¡ay! en la orilla,
¡espuma y arena!,
reflejos dorados
tiñen la madera,
cirros orgullosos
contemplan la espuma
del mar manso,
cuando muere
en la roca negra,
el aire huele a salitre,
¡una mezcla de alquitrán
y lágrimas de perlas!.
En la orilla, ¡ay! en la orilla,
¡espuma y arena!,
Negros cormoranes
cortejan a
gaviotas níveas,
preñan el aire de ecos
difuminados en
grandes dunas pálidas,
¡figuras dantescas!.
Juncos verdes, espigados,
que el levante azota
encolerizado, levantando
guijarros en la arena
En la orilla, ¡ay! en la orilla
¡Espuma y arena!,
Los peces nadan veloces,
todos con la boca abierta,
un remolino los arrastra
hacia inmensas barbas
de boca llena,
reina el crepúsculo
desde el mar hasta la tierra,
¡la más terrible oscuridad,
la más cruel ceguera!.
En la orilla, ¡ay! en la orilla
¡Espuma y arena!,
¡Miedo y hastío!,
¡Lágrimas de nácar,
lágrimas de pena!,
Rosario de amargura,
voces lejanas rezan.
En el horizonte
el mar dibuja
fúnebres velas,
en la tierra,
las rocas forman
un altar de
marchitas azucenas,
en la orilla, ¡ay! en la orilla
¡espuma y arena!.