CUENTOS DESDE LA APATÍA ** Bruno Castillo ** Relato por entregas  

Publicado por: Pandora

EL LLANTO DE LOS PERROS (1ª parte)

Tomo mi real y jarro y, a los pies dándoles priesa, comienzo a subir mi calle, encaminando mis pasos para la plaza, muy contento y alegre. Mas ¿qué me aprovecha, si está constituido en mi triste fortuna que ningún gozo me venga sin zozobra?

“La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades” Anónimo. 1554

Detrás del puente caía a plomo un enorme sol que dejaba en su adiós un aire teñido de tonos cálidos. Las hojas de los olivos se estremecían acompasadas con el susurro inquietante del viento. La tierra húmeda desprendía olor a trabajo duro, a jornal, a macaco y escalera..., a verdeo. Eran las seis de la tarde y el tiempo parecía haberse detenido. El silencio escandalizaba pero ninguno de nosotros se atrevió siquiera a insinuarlo.

Había atravesado ese viejo camino otras muchas veces con mis amigos para fumar a escondidas del dedo inquisidor de los vecinos del pueblo, asiduos como en todas partes y en todas las épocas a convertirse en aquello que Cervantes definió como “ese antiguo legislador que llaman vulgo”. Aunque quizás no fuera tanto por eso como por el hecho de ser “rebeldes” a pequeña escala; de sentirnos libres, por unas horas al día, de las normas impuestas por los adultos. Al oscurecer, volvíamos de nuevo a la realidad; a la cárcel de una vida prefabricada que ya por entonces intuíamos y de la que ninguno consiguió escapar.

En la tarde-noche del 14 de octubre de 1986, recorrí con mi madre ese camino para encontrarme de frente con una realidad mucho más dura que aquella de la que intentaba vanamente huir cada día de nuestro otoño adolescente: la muerte. La triste e inexorable verdad de la muerte me alcanzó con doce años en la persona de Roberto. Roberto era un tipo peculiar por el que toda la pandilla sentíamos, en mayor o menor medida, un gran aprecio y un cierto respeto. Era bastante mayor que nosotros, aunque nunca nos confesó su edad. Le conocimos por casualidad una de aquellas tardes cuando se acercó para reprocharnos que el tabaco podría llegar a matarnos. “Ya tuvo que hablar el sermones”, dijo alguien del grupo y, entre las risas, él se sintió aceptado. Nos dijo que vivía por allí cerca aunque nunca quiso enseñarnos dónde por lo que no nos fue fácil decidir ir hasta su casa.

Todos mis miedos nacieron de los recuerdos que extraigo de aquel lugar. Entre la serie de espesas imágenes que logro despegar de mi mente puedo ver su féretro cubierto por una bandera de rojo terciopelo. En el ambiente, un intenso olor a vida añeja y rancia. Junto a la caja de madera, compungidas señoras de negro acompañaban en cuerpo a los presentes y en alma a sus propios difuntos. En sus rostros se reflejaba una expresión universal de ausencia triste que sólo se puede definir con las sencillas y duras palabras del maestro: “La misma expresión con la que se mira la corriente de un río”. Me acerqué a la ventana con la intención de alejarme de tanto dolor. Por entre los hierros de la reja se divisaba un horizonte sin encanto.

Cuando Roberto murió, murió también nuestra inocencia y comenzó mi pesadilla.

(Continuará)

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6 comentarios

Precioso, poético,(aunque esté en prosa), y sobre todo bello comienzo para lo que espero acabe siendo un tierno y encantador relato que nos haga sentir esa sensación que produce la lectura de algo que vale la pena leer y que merece dedicarle el tiempo que sea necesario para disfrutar de su contenido.
¡¡ENHORABUENA BRUNO!!.
Gracias por este momento de placer literario. Julio

1 de agosto de 2010, 13:36
Anónimo  

Muchas Gracias Julio por tu comentario. Espero no defraudarte con el resto del cuento, aunque sinceramente creo que conforme éste avanza se va haciendo cada vez menos poético y un poco más cutre -por decirlo de alguna manera-. Este relato lo escribí hace ya algunos años (en 2004 creo)y, aunque con él gané el concurso de cuentos de ese año, no es uno de los que más me gusta. De todas formas si al final no consigo satisfacerte con esta historia, espero poder hacerlo con las siguientes.
Gracias de nuevo y un saludo-
Bruno Castillo

3 de agosto de 2010, 10:35

A mí me gusta mucho cómo está escrito éste. Está lleno de frases que parecen esconder otra historia, como si al continuar con la principal, te fueras dejando atrás otras cosas de las que no toca hablar, pero que están ahí, dándole "anchura" al relato. Da la sensación de que los personajes secundarios, los "figurantes", y hasta el entorno donde sucede, tendrían también una historia si se hubieran cruzado con tu narrador, ese tío tristón y resabiado, que se te parece sin ser exactamente tú. Ánimo y escribe cosas, que ya te hemos echado el lazo y no te vamos a soltar así como así.

8 de agosto de 2010, 14:11
Anónimo  

Pienso que podria ser un poco màs larga la entrega, te deja..., pero me ha gustado como comienza este relato. Gracias Bruno.

8 de agosto de 2010, 22:07
Anónimo  

Es un relato inquietante y cercano, bien escrito además. ¡La intriga está servida! Esperaremos impacientes el próximo capítulo.

10 de agosto de 2010, 16:42
Anónimo  

Gracias a todos por vuestros comentarios. De veras, espero no defraudaros, aunque sigo pensando que este cuento es bastante poquita cosa.

Millán, en cuanto a tí que digo?? Que me elogie alguien que siempre consideré un maestro... bueno, me quedo sin palabras. Por cierto, no sabía yo que me tuvieras en tan alta estima: "tristón y resabiado", si ya sabía yo que escuchar la Cope no me traería nada bueno. Y no es coña; me encanta escuchar la Cope.
Un saludo y Gracias de nuevo a todos y todas.

Fdo. Bruno

16 de agosto de 2010, 18:51

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