Acostado, pero solo de remate,
planto cara a una vigilia permanente,
con un corazón herido que combate,
desarmado, los caprichos del presente.
Cuántas noches esperé cada rescate,
cuántos besos tatuados en mi mente,
mientras tú, princesa de escaparate
te dormías en los brazos de la gente.
Tengo miedo a soñarte y recaer
en la insana costumbre de perder,
y olvidar que son vanos mis empeños.
Que no hay ningún lugar al que volver,
que mi sino es vagar por el ayer,
buscándote en la niebla de mis sueños.
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