Partículas minúsculas que en el aire flotan,
desnudas en el sol, bañándose de luz,
parten desde mi ventana hacia el sur
del sur, buscando sin prisa tu dulce boca.
Miran que miran el barquito pasar por el río
y esperan encontrarte en la orilla, por algún sitio.
Un pétalo de flor de rosa que, caprichosa,
rocío derrama sobre las verdes hojas
y una mirada que embruja a solas
en esta madrugada absurda y loca.
Ésos, dicen, son los signos de tu hechizo,
color cobrizo, culpables de mi delirio;
son noche tras día, una silenciosa algarabía
que me rocía el cuerpo y maravilla.
Miran que miran el barquito pasar por el río
y esperan encontrarte en la orilla, por algún sitio.
Ensueño de los sueños que me cantan al oído,
volando van hacia tu tierra sin perder el rumbo,
recordando tu olor en cada ángulo perdido,
durmiendo en el vaivén de tus verdes sonidos;
notas de una sinfonía diabólicamente mágica,
que hace pompas en el aire que nadie puede
explotar, ondas que se expanden y se expanden,
invisibles ellas, me hacen ligeramente flotar.
Miran que miran el barquito pasar por el río
y esperan encontrarte en la orilla, por algún sitio.
Motas pequeñitas de colores son al sol,
que juegan a buscarte en un dulce viaje
de amor y son, luz, corazón, libre peaje
marcado en mis sentidos por tus manos,
tus manos de océano y clamor, brillo,
esplendor, sobre las que se posan
mirando el río y un barquito pasar,
solo, perdido, que viene y que va.